Plan Nacional de Lectura

El autor del día: Juan Rulfo

 

Se llamaba Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno –según indica su fe de bautismo, fechada en 1917 en el poblado de San Gabriel, México- pero fue conocido en el mundo como Juan Rulfo. Dos pequeños libros “Pedro Páramo” y “El llano en llamas” lo convirtieron en unos de los escritores latinoamericanos más prestigiosos del siglo XX.



 

Se llamaba Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno –según indica su fe de bautismo, fechada en 1917 en el poblado de San Gabriel, México- pero fue conocido en el mundo como Juan Rulfo. Dos pequeños libros “Pedro Páramo” y “El llano en llamas” lo convirtieron en unos de los escritores latinoamericanos más prestigiosos del siglo XX.

“Pedro Páramo no tiene origen. Es una de esas cosas que se le ocurren a uno. Producto de la imaginación. Allí utilizo la técnica del contrapunto, porque están rotos el tiempo y el espacio. Es decir, los personajes son todos muertos y los muertos no ocupan lugar en el espacio, ni en el tiempo. Quizás ni en la misma conciencia. Podría haber sido una novela explícita, pero el tema no se prestaba para ello y hubo muchas razones que obligaron a no interferir en varios aspectos de la obra. Las cosas absurdas no son para discutir si están o no dentro de la lógica. En fin, eso lo descubrieron los críticos. Yo eliminé las explicaciones, las moralejas, de que tanto se abusa en nuestra literatura”, dijo Rulfo en una de las pocas entrevistas que concedió, allá por el año 1967 al diario colombiano “El Tiempo”, sobre la novela que lo consagró en el mundo literario.

 

Sobre la universalidad de este libro –que fue definido por Jorge Luis Borges como “una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de toda la literatura” – Rulfo precisó en esa misma entrevista: “La gente se muere dondequiera. Los problemas humanos son iguales en todas partes. No son temas nuevos el amor, la muerte, la injusticia, el sufrimiento, que están sugeridos en Pedro Páramo. Me han dicho que es "una novela de amor a los desamparados". Yo no sé. Yo narro la búsqueda de un padre, como una esperanza. Como quien busca su infancia y trata de recuperar sus mejores días, y en esa búsqueda no encuentra sino decepción y desengaño. Y al final se derrumba su esperanza "como un montón de piedras".

 

Los lectores de la obra de Rulfo pueden ser campesinos, trabajadores, universitarios o escritores. Pueden ser adolescentes o ancianos. Su literatura sobrevive al paso del tiempo y a los avatares de las versiones en otras lenguas; y sorprende a todos que una obra tan breve ocupe un lugar de primera importancia en el gusto de los lectores más exigentes.

 

A lo largo de su carrera literaria, Rulfo consideró que el escritor tenía la misión conjunta de plantear problemas sociales y de hacer obra de arte. "Los problemas sociales -afirmó- se pueden plantear de una manera artística. Es difícil evadir de una obra el problema social, porque surgen estados conflictivos, que obligan al escritor a desarrollarlo”.

 

Hoy, 7 de enero, día en que se cumplen 26 años de su muerte; elegimos recordarlo con un cuento perteneciente al libro “El llano en llamas”, titulado “Nos han dado la tierra”.

El relato es la voz de un campesino resignado, quien camina junto a otros tres compañeros a través de la tierra árida y desértica que el gobierno central les ha repartido, en el contexto de la etapa posterior a la revolución mexicana de 1910.

 

….”Vuelvo hacia todos lados y miro el Llano. Tanta y tamaña tierra para nada. Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga. Sólo unas cuantas lagartijas salen a asomar la cabeza por encima de sus agujeros, y luego que sienten la tatema del sol corren a esconderse en la sombrita de una piedra. Pero nosotros, cuando tengamos que trabajar aquí, ¿qué haremos para enfriarnos del sol, eh? Porque a nosotros nos dieron esta costra de tapetate para que la sembráramos.

Nos dijeron:

-Del pueblo para acá es de ustedes.

Nosotros preguntamos:

-¿El Llano?

-Sí, el Llano. Todo el Llano Grande.

Nosotros paramos la jeta para decir que el Llano no lo queríamos. Que queríamos lo que estaba junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están esos árboles llamados casuarinas y las paraneras y la tierra buena. No este duro pellejo de vaca que se llama Llano.

Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no venía a conversar con nosotros. Nos puso los papeles en la mano y nos dijo:

-No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos.

-Es que el Llano, señor delegado…

-Son miles y miles de yuntas.

-Pero no hay agua. Ni siquiera para hacer un buche hay agua”. 

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