Plan Nacional de Lectura

En estado de poesía

Les acercamos la ponencia de Iris Rivera en la Jornada Compartir la Palabra, donde cuenta la experiencia de varios escritores “reunidos” y dialogando sobre poesía.



“Somos ocho personas en diferentes puntos del país leyendo y sintiendo y  conversando por escrito de… poesía”, dice Iris Rivera. Aquí la ponencia completa de la autora en la Jornada Compartir La Palabra, desarrollada en abril, en el marco del Encuentro Federal de la Palabra.

Me pidieron que cuente una experiencia de la que participo y acepté. Esta aventura tiene una historia y también una pre-historia.

En la última década del milenio pasado, varias mujeres nos reunimos en torno a Laura Devetach. Y nos quedamos en la ronda durante diez años para  escuchar y decir, leer  y escribir, pensar y repensar. Varias mujeres compartiendo su camino lector, juntándose en persona, cada quince días, los martes.

Concluida la década, Laura nos dio “el alta”, pero ya el “daño”, el “amarre” estaba hecho. Quedamos, como diría Laura, “en estado de poesía”.  No se puede definir ese estado, pero Jorge Boccanera, por ejemplo, bien que lo hace sentir:

Adentro hay una boca recibiendo la lluvia/ y una mano queriendo penetrar en los trenes./ Adentro está mi infancia con su mañana blanca, /mi pueblo, allí, colgado de la lengua del día. Adentro está tu frente pero nunca los lunes, /porque adentro me sobran el reloj y los diarios./ Adentro está lo bueno, lo malo, lo que queda,/ mi corazón adentro un pájaro sin rostro. Adentro estoy yo mismo golpeando para afuera…

Cada tanto, algunas integrantes de aquel grupo pre-histórico volvemos a juntarnos de a dos, de a tres, para un proyecto u otro y otro más. Este del que les hablo y está en curso, va por el tercer año y se extendió ahora a más gente.

Fue María Inés Bogomolny quien tiró la primera piedra. ¿Y si nos juntamos para un taller de poesía? Ana Siro y yo dimos un sí rápido y claro. Pero ¿quién coordinaría? Sospechamos que la maestra Laura iba a decir a mí no me miren. Entonces las tres cabezas giraron hacia otra compañera: Roberta Iannamico, la poeta.

Primer inconveniente: Roberta se había mudado a Villa Ventana, María Inés seguía en Villa Crespo, Ana en Ramos Mejía  y yo, en Longchamps. Queríamos leer poemas, textos teóricos y escribir de lo uno y de lo otro, pero también queríamos seguir conversando entre nosotras.  Bueno, y ¿para qué existe la tecnología? Descartamos el chat y la videoconferencia porque nuestros tiempos eran distintos.

Por descarte llegamos al ABC de la tecnología: archivos de Word y el correo electrónico. Eso sí,  nos pusimos creativas hasta encontrar una manera artesanal de dialogar sin estar presentes.

Roberta dijo sí y el taller empezó en 2011, a razón de un encuentro por mes. Encuentro… virtual, pero encuentro al fin. Se trataba de ofrecer cada cual su palabra y esperar por la palabra de las otras.  Hacer silencio y esperar. En esta espera descubrimos que, gracias a la escritura, no nos perdíamos palabra y tampoco nos superponíamos como hubiera pasado en tiempo real. Podíamos leer en silencio, dejar reposar y que las palabras fueran apareciendo al ritmo de cada quien. Además, toda la conversación quedaba por escrito para volver a ella cada vez que quisiéramos.

Pasado el mes, Roberta comentaba nuestros intercambios y nos mandaba una propuesta nueva. Así transcurrió un año de lumbres y deslumbres.

En 2012, Ana Siro dijo pido gancho por un tiempo y se sumaron Graciela Falbo, de La Plata, y Laura Forchetti, de Coronel Dorrego.  Y pasó otro año de vivir en poesía. En, entre, por, bajo y tras la poesía. Wislawa Szimborshka dice:

La poesía,

pero qué es la poesía.

Más de una respuesta insegura

ha habido a esta pregunta.

Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro

como a un oportuno pasamanos…

Así lo dice Wislawa y así me siento, al menos yo. Ese pasamanos al que me aferro es también un pasar de mano, de mano en mano, los poemas, y decir lo que nos pasa con los poemas a mano, en las manos.

Hace dos años quisimos romper la virtualidad con un encuentro en la “realidad real” que también existe.  Alquilamos una cabaña en Villa Ventana para pasar tres días cara a cara, verso a verso. Entonces sí nos superpusimos y, en las conversaciones, se nos iban las palabras con el viento, pero nos escuchábamos la voz, nos veíamos los ojos, los gestos, nos oíamos la risa, los silencios, leíamos indicios de lo no dicho. Seguíamos leyendo y leyéndo-nos.

En aquel encuentro en el que todas estábamos encintas de palabras,  sucedió que, además, a Roberta se le hinchaban los pies, el sexto mes…. Nuestra poeta coordinadora estaba, además, encinta de su cuarto hijo.

¿Y entonces? El taller virtual se interrumpió por un año. Pasamos 2013 con sed de aquella lluvia de palabras, con hambre de las semillas que llegaban de semejante huerta comunitaria.

Así entramos en 2014. Roberta tuvo familia como madre y- buena noticia- también como coordinadora. En marzo se sumaron Martín Broide de Florencio Varela, Sandra Siemens de Santa Fe y Laura Escudero de Córdoba.

Primero fuimos cuatro, después cinco y ahora, ocho. Los números, como las letras, son capaces de grandes maravillas: sumar, multiplicar, cosas por el estilo.

Somos ocho personas en diferentes puntos del país leyendo y sintiendo y  conversando por escrito de… poesía. Wislawa Szymborska insiste:

La poesía,

pero qué es la poesía.

Y yo no sé, y sigo sin saber…

Tampoco yo lo sé y sigo sin saberlo, pero, como Wislawa,  me aferro a ese oportuno pasamanos. De mano en mano seguimos pasando la poesía.

María Elena Walsh saldría a decir…

Y me pregunto para qué.

No hay apariencia que conteste.

La escucharíamos protestar…

Al fin y al cabo me pondría
a hacer espuma con laureles
y cambiaría la posteridad
por una basurita, por un peine.

Después de todo no sabremos nunca/ qué pasa dentro de las nueces, así diría María Elena. Y Hugo Mujica acotaría:

“La poesía habla y calla, dice y hace decir. Todo es huella de la sed”.

¿Y qué hacemos estos ocho sedientos, geográficamente lejos y emocionalmente tan cerca?  

En este gallinero sin alambrados, Roberta, nuestra gallina eternamente clueca, nos convida maíces de poesía y nos invita a convidar. Los poemas van y vienen armando antologías virtuales a nuestro gusto, sin por qué, porque sí y ¿por qué no? También los textos teóricos van y vienen. Los comentamos de a ocho, sembramos dudas, preguntas, revelaciones en las entrelíneas.

Escribimos juegos poéticos, mientras la poesía se nos va entre palabra y palabra, como arena, como agua, como aire. Andamos a la caza de aquellos pajaritos de la infancia, por el gracioso trámite de echarles sal en la cola.

Quién pudiera agarrarte por la cola, magiafantasmanieblapoesía”, diría Juan Gelman.

En este ir y venir, llegan los peces que nos trae la marea a cada intervención de nuestros compañeros: peces vivos diría Graciela Montes, platinados peces diría Pablo Neruda,  pececitos jabonosos diría Ana Siro.

…después del rostro hay otro rostro, agregaría Edgard Bayley.

…/tras el canto un nuevo roce se prolonga/y las madrugadas esconden abecedarios inauditos/islas remotas/siempre será así/algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo/pero otro sueño se levanta y no es el mismo/… nunca terminará, es infinita esta riqueza abandonada…

Cultivamos la espera de la palabra del otro, de los ocho otros que somos. Nos hacemos espacio, nos vemos… qué distintos. Nos sentimos, nos damos a sentir, nos pensamos, nos damos a pensar. Germina en cada uno la palabra de todos, las búsquedas, los hallazgos, la búsqueda otra vez.

 ¿Qué estarán haciendo los otros siete ahora que son las diez de la mañana y sientopiensoescribo sobre el grupo? Ahora que son las cinco de la tarde y leo para ustedes ¿en qué andan ellos? ¿dónde están?

Nunca sabemos bien, pero nos esperamos con hambre, con sed. Y la bandeja de entrada de nuestros correos tiene la magia de aquel buzón de antaño, suelta plumas de paloma mensajera.

“Yo no sé escribir/nadie sabe escribir./ Todo texto y en especial todo poema, es sólo una aproximación”, dice Roberto Juarroz. Y sí, tampoco sé leer, yo tampoco sé leer. Toda lectura es también, apenas, una aproximación.

Me animaría a decir, con Juarroz, que estos ocho no le vemos salida a la cuestión de estar en el mundo. No le vemos salidas, sólo entradas. La poesía se escapa y se nos brinda, de infinitas entradas a la vez. Cada cual entra por donde puede. Ahí, en ese lugar que no es un sitio, sino “un estado”, nos encontramos. En ese ahí que no es lugar, sino destello, escalofrío y canto… ahí, aquí, acá no estamos solos. Y por qué lo estaríamos, y para qué.

Quien pudiera agarrarte por la cola, magiafantasmanieblapoesía

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