Plan Nacional de Lectura

Canciones para jugar

A tres años de la muerte de María Elena Walsh, un repaso por sus canciones que trascienden el tiempo y son cantadas por los niños de hoy.



“La música le habitaba el cuerpo entero y ella nos la fue dando, generosamente, con mágica alegría”, dice Teresa Parodi de María Elena Walsh, a modo de prólogo en una de las ediciones del disco Canciones para mi.

Haciendo un repaso por ese disco, podemos bailar el Twist del mono liso, la canción de la lavandera, la chacarera de los gatos; recorrer las Calles de París, las del último tranvía o la del Gato que pesca; seguir la aventura de la tortuga manuelita, bañar la luna, tomar el té y jugar a descubrir los títeres con el a ver, a ver, a ver…

¡Todas canciones emblemáticas! Cantadas hace años y vueltas a cantar, una y otra vez por las nuevas generaciones.

 

Nació en 1930 y vivió su niñez en Ramos Mejía, en la provincia de Buenos Aires. Su padre un ferroviario inglés, tocaba el piano y cantaba canciones de su tierra y su madre era descendiente de andaluces y según contó en alguna entrevista María Elena  Walsh, le cantaba canciones criollas y camperas.

Sus primeras publicaciones fueron en la revista Sur, El Hogar y en La Nación en 1945 y dos años después edita su primer libro de poesías Otoño Imperdonable.

 

María Elena Walsh escritora, poeta, compositora, cantante, …Difícil encasillarla y ponerle un solo título. Fue cada una de esas cosas y todas a la vez, escuchamos música cuando leemos sus poemas, leemos poesía y encontramos historias cuando escuchamos sus canciones.

Julio Cortázar en una de sus clases de literatura, al referirse a la música y la literatura, o como él mismo aclara “o la música en la literatura”, dice: “No estoy hablando de la música como tema literario sino de la fusión que en algunas obras literarias se puede advertir entre la escritura y la música, cierta línea musical de la prosa”.

María Elena Walsh fue más allá de eso, vivió esa fusión y la hizo obra. Leerla y escucharla, es de algún modo, una forma poética (entendido en su sentido más amplio) de acercarnos a la vida.

Sus primeros pasos públicos en la música fueron en París, donde vivió desde 1952 hasta 1956. Formó con Leda Valladares el dúo “Leda y María”, que se presentó en la capital francesa y en otras ciudades europeas, tocando folklore, vidalas y bagualas.

Ese trabajo conjunto, dio como resultado: Argentine Folk Songs (Londres, 1954); Le Chant du Monde, (1954), Chants d'Argentine y Sous le ciel de l'Argentine (París, 1955).

La música del dúo continúo en Argentina, aunque en Buenos Aires no tuvieron aceptación comercial. Dos mujeres que hacían música, con un repertorio tomado del cancionero popular anónimo, estaba muy lejos del estereotipo folclórico de la época.

Así fue que llegaron las presentaciones en el noroeste de nuestro país y nacieron Entre valles y quebradas I (1957); Entre valles y quebradas II (en 1958) y más tarde Canciones del tiempo de Maricastaña (1958) y Villancicos (1958).

Durante su estancia en París empezó a escribir poemas y canciones para niños y ya de regreso en Argentina, estrenó en 1962 Canciones para mirar, en el Teatro San Martín, que fue su primera comedia musical infantil.

Al año siguiente presentó Doña Disparate y Bambuco y años después unipersonales para adultos. Su música y las versiones teatrales tuvieron mucha repercusión en Argentina, pero también en el exterior.

De su repertorio musical se editaron en Buenos Aires: Canciones para míCanciones para mirar  en 1963; El País de Nomeacuerdo en 1967; Cuentopos y Juguemos en el mundo en 1968; Cuentopos para el recreo y Juguemos en el mundo II en 1969; Cuatro villancicos norteños y El sol no tiene bolsillos en 1971; Como la cigarra en 1972; El buen modo y De puño y letra en 1976.

“Agradezco que ella haya creído que, siendo niños, podíamos recibir esa poesía, que siendo adultos tenemos infancia que cantar y repasar, que, adultos y niños, nos nutrimos con ideales: sensibilidad, belleza, amistad, coraje”, dice Luis María Pescetti en un texto que acompaña el disco El sol no tiene bolsillos.

La poesía hecha canción

Tantas veces me mataron,

tantas veces me morí,

sin embargo estoy aquí

resucitando

(…)

Cantando al sol como la cigarra

después de un año bajo la tierra,

igual que sobreviviente

que vuelve de la guerra

(…)

Esta canción, Serenata para la tierra de uno, entre otras, la superaron y se hicieron eco en la voz de reconocidos intérpretes nacionales y extranjeros, como Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, entre tantísimos otros.

O En el país de no me acuerdo, que forma parte de La historia oficial, de Luis Puenzo, una película emblemática del retorno a la democracia, primera en ganar un Oscar al cine extranjero.

“En el país de Nomeacuerdo

doy tres pasitos y me pierdo

Un pasito para allí,

no recuerdo si lo di

Un pasito para allá,

¡Ay que miedo que me da!

(…)

Un pasito para atrás,

y no doy ninguno más

Porque ya, ya me olvidé

donde puse el otro pie”.

Compuso también con otros artistas, como la canción El valle y el volcán con Jairo, por poner un ejemplo y se musicalizaron algunos de sus poemas, entre ellos Fábulas Urbanas, por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y Viento Sur por Lito Vitale.

 “Quien más, quien menos, casi todos los argentinos somos tributarios de la magia de su canto, de su poesía y de su música. Crecimos con ella, como si fuera nuestra maestra particular de fantasías. María Elena nos enseñó a mirar más lindo, más divertido y más lejos. Con sus canciones, sus bambucos y sus disparates la Doña nos ayudó a ubicarnos en nuestro complicado mundo del revés”, afirma Carlos Ulanovsky en un texto que acompaña el disco Juguemos en el mundo II.

Y es que la juglaresa, como la llamaban, superó las fronteras, las edades, los idiomas y superó al tiempo. Se la cantó y leyó en esa época, se la cantó después y se la sigue cantando.

La reina batata, Canción del jacarandá, Marcha de osías, El gato confite, El adivinador, El show del perro salchicha, El reino del revés, La familia polillal, La pájara pinta, Canción del pescador, La vaca estudiosa, La mona Jacinta, Canción para vestirse, Canción del jardinero, siguen siendo parte del repertorio musical de estos tiempos.

En 1997, un conjunto de músicos editaron un disco cantando sus canciones, entre los que se destacan José Luis Perales, León Gieco, Joan Manuel Serrat, Juan Carlos Baglieto, Pedro Aznar, Teresa Parodi, Ana Belén, entre otros. En esa oportunidad, María Elena Walsh a modo de agradecimiento, les decía:

 “Muchos componíamos con la idea de cantar lo propio, muy apurados, suponiendo que no le interesaría a otros intérpretes. Y así era. Salimos al ruedo los cantautores de letras en castellano, a probar suerte. La mayor ilusión de un autor es que sus obras, o las ruinas de ellas, permanezcan en la memoria de la gente, cosa que rara vez sucede y en la que interviene más el azar que el mérito”.

Deja una respuesta