Alejandra Pizarnik murió el 25 de septiembre de 1972 porque así fue su elección. Algunos meses antes, escribió en su diario “escribir es querer darle algún sentido a nuestro sufrimiento”.
Considerada una de las poetas más importantes del siglo XX, un homenaje a ella y a su escritura que, por supuesto, trascendió su muerte.
“Aquí se nos viene la primavera,
los paseos en el parque,
por los barrios lejanos y miserables
en donde se leen como notas
las persianas de las casas viejísimas,
como si la calle cantara”
fragmento de una carta de 1963.
Nació en Buenos Aires en abril de 1936 y a los 19 años publicó su primer libro La tierra más ajena. Le siguieron La última inocencia, Las aventuras perdidas y Árbol de Diana.
Además de su poesía, escribió ensayos, diarios y realizó traducciones. Vivió en París entre 1960 y 1964, donde trabajó para la revista Cuadernos y publicó poemas y críticas en varios diarios.
A su regreso a Argentina, publicó Los trabajos y las noches, Extracción de la piedra locura, Nombres y figuras, El infierno musical, La condesa sangrienta, Los pequeños cantos, Textos de sombra y últimos poemas (publicación póstuma en el año 1982), entre otros.
El Plan Nacional de Lectura ha incluido algunos de sus poemas en materiales publicados en colecciones y campañas, porque quizás el mejor homenaje sea la circulación de su obra, la llegada de su palabra escrita a las nuevas generaciones.
SALVACIÓN
Se fuga la isla
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta
Ahora
es el fuego sometido
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidos en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilización
que purifica la caída de la noche
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía.
Los invitamos a visitar la página de Canal Encuentro (www.encuentro.gov.ar) donde pueden descargar Memoria iluminada: Alejandra Pizarnik, documental de Virna Molina Ernesto Ardito realizado en 2011.
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