Plan Nacional de Lectura

LAS TRAMAS DE LA LITERATURA

La literatura puesta en relación con otras disciplinas como el deporte, la filosofía, las ciencias naturales y la matemática, a partir de un encuentro entre los escritores Eduardo Sacheri y Guillermo Martínez, la escritora Paula Bombara y el filósofo Dante Palma (PARTE 1).

 

En el marco de las actividades de cierre de año del Plan Nacional de Lectura, se llevó a cabo la mesa Literatura Entramada, un espacio que sirvió para pensar a la literatura en relación con otras disciplinas, la transversalidad de la lectura en esa diversidad y cómo abordarlas de manera conjunta en las escuelas.

Sacheri, Martínez, Bombara y Palma indagaron en las distintas aristas que se juegan en lo literario; un recorrido al interior de los textos y sus autores que propone nuevos modos de leer.

 

EL JUEGO LITERARIO, Eduardo Sacheri

 “La literatura tiene millones de ventanas y puertas por las cuales entrar y después empezar a recorrer, pero vinculada con el deporte encuentra una linda posibilidad o ventaja, porque son temas que a los chicos y chicas le son próximos. Entonces, puede ser una puerta de entrada para que empiecen a leer”.

 

Sacheri inició su exposición con una salvedad. “La relación entre literatura y deporte es bastante reciente, pero esa morosidad es de alguna manera razonable, ya que el deporte como construcción social es un invento de fines del siglo XIX”. Explicó el autor que recién en el siglo XX empezaron a aparecer relatos que abordaban el mundo deportivo, sus personajes y escenarios. Y dibujó un breve paneo sobre algunos autores y textos destacados.

– Un lindo antecedente del deporte en la literatura apareció en 1918, con Horacio Quiroga, en el breve cuento Juan Polti, Half-Back (todavía en esa época el fútbol conservaba las denominaciones en inglés, relativamente castellanizadas). El autor recreó una historia real, refiriéndose al ascenso y la caída de un valiente defensor del Nacional de Montevideo; un chico de origen social muy humilde, que en pocos años, conoce la fama, el reconocimiento, hasta que se encuentro con la decadencia y se termina suicidando en el campo de juego.

– Mario Benedetti, en la década del ‘50, escribió Puntero Izquierdo, ambientado en un equipo de cuarta categoría de Uruguay. En este relato, el jugador es sobornado para ir para atrás en un partido clave, pero puesto a jugar sucumbe a la lógica del juego y convierte el gol; en el vestuario lo golpean y termina en el hospital. “Un cuento de personajes que cuando juegan juegan y ponen los objetivos del juego por encima de los otros”, subrayó Sacheri.

– Para la misma época, Julio Cortázar escribió Torito, una historia típica, de un boxeador de los años 30, de origen humilde y un estrellato fugaz. También Cortázar escribió La noche de mantequilla, en la década del 70, donde una pelea de box es el telón de fondo de un policial negro.

Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares escribieron en 1967 Esse est percipi, una ficción en la que sostienen que el futbol se ha convertido en una ficción, en un fenómeno guionado que se trasmite por televisión y radio.

– Sin dudas, entre los autores más importantes (por la abundancia de material), se encuentran Osvaldo Soriano, que recreó un futbol de interior, con personajes entrañablemente perdedores, protagonistas de un fútbol anónimo. Relatos como El penal más largo del mundo y Gallardo Pérez, referí, entre tantos otros que nacieron originalmente como crónicas periodísticas.

Roberto Fontanarrosa, que tenía un oído privilegiado para reproducir voces, escribió en el territorio de un amor desbordado por un equipo, con espectadores desbordados, tal como era él en la vida real y su amor por Rosario Central. Cuentos como La observación de los pájaros, 19 de diciembre de 1971, La barrera.

 

LECTURA EN CLAVE CIENTÍFICA, Paula Bombara

“Cuando veo un entramado me dan ganas de tirar de los hilitos, así que voy a tirar de algunos y voy a tratar de ver y de que pensemos juntos, cómo entendemos lo diverso, lo identitario y lo íntimo desde la ciencia y desde la literatura”.

Bombara abrió su ponencia preguntándose cuánto de lo que entendemos como naturaleza no ha sido intervenido de algún modo por la especie humana. “Yo parto de una postura que no opone naturaleza a cultura; soy de la idea de que en la actualidad aquello que llamamos naturaleza también tiene una marca cultural. Al hablar de literatura y de ciencias de la naturaleza las comprendo como dos conjuntos que pertenecen a un mismo universal, el de lo que hemos creado o recreado, a propósito o sin desearlo, los homo sapiens”.

 

La idea de diversidad: “Algunos días atrás pensé que era equivalente al concepto de biodiversidad. A propósito del tema, leí el capítulo 8 del libro “Unidad en la diversidad de la vida” (compilación de las biólogas uruguayas Bettina Tassino y Ana Silva), donde dan múltiples definiciones de biodiversidad y entonces empecé a jugar.

Una de esas definiciones dice: para la convención de diversidad biológica, la biodiversidad, es decir la medida de la variación en genes, especies y ecosistema, es tan valiosa, debido a que su futuro valor y utilidad para el ser humano son impredecibles, ya que la variedad es implícitamente interesante y atractiva y porque nuestro nivel de conocimiento de los ecosistemas es muy insuficiente para evaluar el impacto de la alteración de cualquier componente.

Yo hice un experimento y reemplacé algunas palabras: donde decía genes leí textos, donde decía especies leí géneros, donde decía ecosistemas inventé una palabra y leí lectosistemas, y allí donde decía biodiversidad leí diversidad en la literatura.

Y el párrafo quedó así: la diversidad en la literatura, es decir, la medida de la variación en textos, géneros lectosistemas, es tan valiosa, debido a que su futuro valor y utilidad para el ser humano son impredecibles, ya que la variedad es implícitamente interesante y atractiva y porque nuestro nivel de conocimiento de los lectosistemas es muy insuficiente para evaluar el impacto de la alteración de cualquier componente.

Esto no deja de ser un primer experimento, una aproximación, porque tendría que ajustar mis variables y describir con mayor precisión. También me molesta un poco la palabra utilidad y creo que la reemplazaría por disfrute.

La ciencia y la literatura me plantean la misma situación, una y otra vez, siempre muestran por delante un terreno igual de tentador del que acabo de dejar atrás”.

 

Lo identitario: “La ciencia y la literatura se enseñan; básicamente los niños y las niñas preguntan qué es eso y los adultos contestan. La diferencia es que la naturaleza se percibe de modo inmediato desde el momento en que el bebé o la bebé sienten una brisa en el cuerpo, una tibieza por dentro cuando se alimentan o un pinchazo. En achicar esas diferencias trabajan quienes construyen bebetecas, porque los sonidos forman parte de lo inmediato y la literatura puede ir colándose en los descubrimientos diarios.

Hacer que la literatura pertenezca al ámbito de lo familiar, me parece un gran objetivo de la educación de un pueblo.

Otro, que la curiosidad no se pierda, que se expanda y creo necesario que dejemos de pensar las ciencias como difíciles de comprender y la literatura como fruto de la inspiración para pocos, porque tanto una como otra, están al alcance de cualquier mente inquieta, que tenga ganas de conocer mundos, ya sean científicamente posibles o poéticamente posibles y lanzarse a explorar.

La construcción de la identidad necesita de lo familiar, del saber de todos, de la memoria colectiva,  pero sin una búsqueda de vida de modo personal y único (se trate de una búsqueda poética o científica, al menos yo necesité de las dos), la identidad no termina de consolidarse.

La abundancia de productos iguales en el mercado editorial me inquieta porque invisibilizan y ponen en riesgo de extinción otros libros, generados desde lo genuino, desde lo identitario de cada comunidad, son libros masivos, bellos, caros, a veces sumamente adictivos y lo que tratan para mi es de uniformar los pensamientos y lo que me pregunto es por qué consumimos esos productos masivos con tanta voracidad.

Creo que hay que presentar diversidad, porque soy de la idea de que el gusto y el olfato lector, como el gusto y el olfato somático también se enseñan.

Mi opinión es que para que el lectosistema particular y único de cada lector progrese, estos libros masivos tienen que seguir existiendo, para que cada lector, cada lectora, cada intermediario desarrolle estrategias que las limiten, para que busquemos nuevas especies”.

 

Lo íntimo: “Un individuo está definido básicamente por dos variables: su carga genética y todo aquello que va experimentando; un componente lo heredamos y el otro lo adquirimos.

Dentro del conjunto de experiencias que vamos adquiriendo a lo largo de la vida, se encuentra lo que nos sucede cuando leemos cada libro: que leamos por gusto o por obligación, acompañados o solos, siguiendo una búsqueda o intuición, sea de años o de día nuestro recorrido lector, que un libro u otro o ninguno entre en el mundo de lo íntimo, es impredecible.

Un individuo se convierte en lector cuando goza de la lectura, cuando lo que está descubriendo lo saca de su entorno biológico y lo instala en su entorno íntimo, cuando el lector lo puebla de sus propios recuerdos, lo que lee lo transporta a esos aromas, sonidos, las sensaciones que cada uno conoce, que no tienen otro igual.

Entonces lo que condiciona la diversidad en cada lectosistema de cada individuo lector, se entronca con lo íntimo, porque lo que condiciona es absolutamente todo.

Si lo pienso así, cada lectosistema es necesariamente único y evoluciona de modo impredecible. Pero me animo a definir dos variables permanentes; una: que esa persona vea a alguien querido o admirado disfrutar de la lectura, y otra, que ese alguien u algún otro, testigo de esa situación, le devuelva la mirada.

Más allá de esto, puedo decir que lo mejor es esperar. La formación de lectores necesita de la espera y la de científicos también y en ambos casos es una espera activa. Esa espera viva es la que habilita las preguntas y motoriza las búsquedas y los intercambios entre seres apasionados por la lectura y/o por la ciencia.

Aquello que leímos, allí donde fijamos la vista para pensar en lo que estamos escribiendo o en lo que queremos investigar a continuación, o en las consecuencias que tendrá lo que acabamos de decir, provoca una activación de ciertas neuronas y la descarga de neurolépticos o de inhibidores que desatan emociones, recuerdos, sensaciones, que nos hacen ser quienes somos, animales culturales, la mayoría de los que estamos hoy acá, voraces lectores, porque nos guste o no, el estar aquí y ahora hablando de literatura y de tramas y de ciencias, pensando juntos, puede reducirse a la química de nuestro preciso corazón y a la química de nuestro increíble sistema nervioso, donde un puñado de átomos está cambiando, en este instante, una vez más, su potencial”.

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