Con la masividad de las nuevas tecnologías, la industria editorial ha experimentado más cambios en los últimos diez años que en un siglo.
La aparición del libro electrónico trajo consigo modificaciones del hábito lector que hoy apenas empezamos a percibir por tratarse de un universo nuevo, que invita a la investigación y al análisis. La irrupción del libro digital en nuestra vida es el tema que proponemos y sobre el que seguiremos indagando a lo largo del año, con sucesivas notas informativas y de opinión.
En el mundo, se publica un libro cada treinta segundos, lo que representa la pavorosa cifra de 2880 libros nuevos por día. “Los libros se multiplican en proporción geométrica. Los lectores, en proporción aritmética. De no frenarse la pasión de publicar, vamos hacia un mundo con más autores que lectores”, dice Gabriel Zaid en “Los demasiados libros” (1972). Polémicas aparte, desde la invención de Gutenberg a nuestros días, hoy el mercado editorial se enfrenta a un nuevo paradigma: con el avance de la tecnología, ¿seguirán existiendo los libros en papel? ¿o serán finalmente reemplazados por los libros electrónicos?
Hace más de 500 años, la aparición de la imprenta trastocó el orden de las cosas tal como estaba dado: la copia de un libro dejó de representar el trabajo metódico y concentrado de un monje encerrado en un convento para dar lugar a un sistema de producción mucho más económico y práctico. Dicho de otro modo: una herramienta provocó una revolución y entonces, el conocimiento dejó de ser el bien de unos pocos para expandirse en el mundo.
En otra medida y con las consideraciones del caso, la aparición de los libros electrónicos también provoca una ruptura con el modelo establecido y abre un abismo. ¿Qué pasa con el mercado editorial frente a los sitios de descarga gratis? ¿Qué ocurre con los derechos de autor? ¿Se abre una nueva brecha digital para quienes no acceden a Internet?
“El libro electrónico es al libro, lo que el video al cine, en el sentido de que es un soporte que reproduce contenido concebido para otro, pero que, lejor de canibalizarlo, lo potencia. Los e-readers están todavía en su infancia, son como el VHS, no como el Blu-ray, pero tampoco como los primitivos proyectores hogareños”; dice Diego Rottman desde el sitio web el club del e-book, la primera fuente de información sobre libros electrónicos de Argentina.
Para quienes recién se asoman a este mundo y no están familiarizados con los términos, es bueno precisar que un libro electrónico o libro digital también puede ser llamado e-book, y que se trata de una versión electrónica o digital de un libro o un texto publicado en Internet o en otros formatos electrónicos. También suele denominarse así al dispositivo usado para leer estos libros, que a su vez puede ser llamado e-reader o, en español, lector de libros electrónicos.
Para estos dispositivos se utiliza la llamada “tinta electrónica”, papel electrónico o e-paper, que es una tecnología que permite crear pantallas planas, tan delgadas como las hojas. Usualmente en blanco y negro, hace que estas publicaciones se vean exactamente iguales a las que son de papel y tengan la particularidad de poder leerse con cualquier luz, inclusive a pleno sol.
Entre las ventajas que enumeran quienes han adoptado este sistema, es que el costo de un e-reader, como se le llama al soporte electrónico especialmente diseñado para la lectura de libros electrónicos, no es mayor al de una media docena de libros impresos, por lo que su amortización es muy rápida. Otra ventaja es la casi infinita capacidad de almacenamiento electrónica y la facilidad para buscar títulos.
Desde la otra vereda, hay quienes afirman que editar libros en papel no es una simple militancia, ni un gesto romántico de nostalgia. Con el respaldo de las planillas de ventas, aseguran que al día de hoy la lectura en papel sigue siendo la forma más cómoda y valorada de leer un libro, a pesar de todas las posibilidades que nos ofrece la lectura en una pantalla. Por otra parte, el soporte papel sigue siendo la opción más utilizada por los lectores, es decir, el libro en papel sigue siendo negocio; no en cambio el soporte electrónico, que aunque ofrece múltiples facilidades y utilidades al lector, aún no es rentable en términos económicos para quien edita.
Una diferencia sustancial de los libros en papel es que al adquirir un libro digital, uno no está comprando los derechos de un ejemplar, sino que está pagando por una licencia para reproducirlos en su e-reader, de tal modo que los usos que uno puede hacer de ellos son limitados.
En Argentina, aún es bajo –pero está en crecimiento- el nivel de utilización de e-books en el hábito cotidiano de la lectura. Pero una conclusión importantísima de la Encuesta Nacional de Lectura que se realizó en el país 2011 estableció que la lectura digital amplía, sin lugar a dudas, la cantidad de lectores y que los soportes, papel y pantalla, lejos de competir, se complementan.
Sin hacer una referencia directa al e-book, en rangos generales, podemos hablar de un crecimiento exponencial de los lectores digitales en Argentina: en efecto, la población que lee por más de diez minutos de la pantalla de la PC se duplicó entre el 2001 y el 2011, pasando de un 21 a un 42 por ciento. Por ende, según los números registrados, podemos afirmar que una vez traspasado el “umbral de la lectura”, se tiende a leer en cualquiera de sus formatos.
Por el momento, son muchos los interrogantes que suscita el nuevo entorno digital, que está provocando un cambio en las prácticas de lectura y al consumo de información similar al que en su momento desempeñó la revolución de la imprenta. La traslación del concepto de “propiedad” al concepto de “acceso”, en el que lo fundamental no es tanto la tenencia sino la disponibilidad, ha abierto puertas a escenarios que apenas estamos mirando por el ojo de una cerradura.
- El autor del día: Edgar Allan Poe
- El autor: Oliverio Girondo