Plan Nacional de Lectura

El mundo de pinocho sigue vivo

Desde la marioneta del 1800 hasta un robot digitalizado, muchos “Pinochos” han ido cobrando vida a lo largo del tiempo. Aquí les ofrecemos un repaso por las versiones más notables de un clásico que ningún chico debería perderse.



 

“Hasta el viejo hospital de los muñecos”, empieza la canción que, casi podríamos decir, no cantó el que no tuvo infancia. Es que Pinocho, uno de los grandes relatos de la literatura infantil, forma parte de nuestra herencia cultural, de aquella que se lee pero  también de la que se transmite como canción, como película y como cuento contado infinitas veces por una abuela o una maestra; en cada ocasión, con sus colores y matices diferentes.

 

Pinocho –en original “Pinocchio”- comenzó siendo “Storia di un Burattino” (“Historia de un muñeco”) en Italia, en julio de 1881. Su autor, Carlos Collodi, nunca imaginó ni remotamente en sueños que esa obra que aparecía en capítulos en el semanario para niños “Giornale per i Bambini” tendría luego cientos de ediciones y sería traducida a más de 260 idiomas y dialectos.

 

Diversos estudios sobre esta historia de ficción conjeturan que se habría tratado de una alegoría espiritual que incluye elementos esotéricos. Estas mismas versiones vinculan a su autor con la masonería. Entre las tantas analogías que se mencionan, por sólo nombrar algunas, está la del maestro Gepetto –quien sería el “Gran Maestre” masónico – así como también estaría representado el proceso de la iluminación: Pinocho comienza su viaje como una pieza de madera en bruto, tratando de suavizar sus bordes, para finalmente convertirse en un niño de verdad. De este modo, él tiene que ir por la vida luchando contra sus tentaciones y usando su conciencia (encarnada por Pepe Grillo) para encontrar el camino correcto. El primer paso hacia “la iluminación” consiste en ir a la escuela, que simbolizaría el conocimiento.

 

Metáfora masónica o fábula moralizante, el hecho es que el relato de Pinocho trascendió fronteras y épocas; y fue encontrando la forma de captar la atención y emocionar a quien lo escuchaba o lo leía por primera vez.

 

En la literatura

El día 7 de julio 1881 empezó a publicarse en episodios, la “Storia di un burattino” en el periódico “Il giornale per i bambini”. La narración se interrumpió unos meses más tarde, en el capítulo XVI, con un Pinocho ahorcado en el Roble Grande, quizá moribundo.

 

Ante semejante posibilidad tétrica de final, los lectores escribieron cientos de cartas pidiendo que las aventuras continuaran. Así fue que Collodi debió escribir nuevos episodios, que aparecieron a partir del 16 de febrero de 1882, con el título que conservaron hasta el final “Le aventure di Pinocchio” (Las aventuras de Pinocho).

 

En enero de 1883 se concluyeron los episodios e inmediadamente después apareció la historia completa en forma de libro ilustrado. Para 1890, el año de la muerte de su autor, ya se habían publicado cinco ediciones. Desde aquel momento, la difusión de Pinocho en los que entonces eran los principales mercados del libro infantil, y más tarde en todo el mundo, ha sido continua y sin interrupción.

 

Curiosamente, Argentina es uno de los países que registra mayor cantidad de ediciones de Pinocho. Hay un motivo: el origen italiano de una inmensa mayoría de inmigrantes llegados a nuestro país desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Hombres y mujeres que traían en sus valijas –o en su memoria- este relato único sobre un muñeco que quiere ser un niño.

 

En cuanto a la obra original, algunos análisis plantean que su esencia está conformada por elementos de distintos géneros. De la fábula: los animales humanizados; de los cuentos de hadas: la fantasía; del teatro: la vivacidad de los diálogo; del relato de aventuras: la tensión en cada episodio y de la literatura infantil propiamente dicha: el ambiente y el paisaje.

 

Para quienes quieran bucear en esta historia en la biblioteca de la Asociación La Nube-Infancia y Cultura, ubicada en la Ciudad de Buenos Aires, se encuentran prácticamente la totalidad de las ediciones argentinas, así como ediciones italianas y españolas del libro de Collodi.  Hay “joyas” en esta colección: como la primera edición completa traducida al español del texto original de Collodi en Argentina (Buenos Aires, Editorial Cactus, 1940) y versiones con mayor o menor fidelidad al original con las ilustraciones de artistas de la talla de Alberto Breccia, Páez Torres y Oscar Grillo. También se encuentran los facsímiles de la primera edición de 1883 con ilustraciones de Enrico Mazzanti y de la primera edición a color con ilustraciones de Attilio Mussino (1911).

 

Desde la web, en el sitio de Imaginaria, se puede acceder al Pinocho de Collodi, la novela de treinta y seis capítulos publicada en Florencia a fines del siglo XIX. Capitulo a capítulo -como si fuera por entregas- y con un sistema que permite “bajar el texto” en formato PDF, se encuentra la traducción de Guillermo Piro junto a las imágenes de algunos de los artistas que ilustraron a Pinocho a lo largo del tiempo: Enrico Mazzanti (1883); Carlo Chiostri (1901); Attilio Mussino (1911) y Luigi E. Maria Augusta Cavalieri (1924), entre otros.

 

De lo que se puede conseguir en librerías, la versión de Pinocho más próxima al original es la adaptación de “Las aventuras de Pinocho” realizada por Laura Devetach y Gustavo Roldán para Ediciones Colihue (Buenos Aires, 1996; colección Los libros de Boris), que contó con ilustraciones de Gustavo Roldán (hijo).

 

En el cine

Un pionero de la cinematografía, el conde italiano Giulio Cesare Antamoro, representó por primera vez la historia de Pinocho en una pantalla en el año 1911. Se trató de un filme mudo, coloreado a mano, y con una duración extraordinaria para aquellos tiempos de 30 minutos. La película fue protagonizada por Polydor, el más destacado actor del momento.

 

Luego, en 1932, el japonés Naburo Ofuji produjo, usando una técnica experimental, un film de muñecos animados basado en la historia de Pinocho. Pero fue la versión de Walt Disney, estrenada en 1940, la que logró el éxito masivo. Adaptación libre de la historia de Collodi, esta película -considerada una pieza maestra dentro de la animación- cuenta la historia de una iniciación, la de un niño inocente que se enfrenta a la sociedad. En este aprendizaje, adquiere un sentido moral, donde el bien y el mal se enfrentan. El Grillo, también aquí como figura de la conciencia, tiene un papel principal.

 

Más de medio siglo después y sin dibujos, sino con actores de carne y hueso, el italiano Roberto Benigni dirigió y protagonizó “Pinocchio” en 2002, la película con mayor presupuesto del cine italiano en toda su historia. "Quería hacer Pinocho desde hace 20 años", dijo a la prensa el italiano que por aquel entonces tenía 49 y contó: "Hablé de esto muchas veces con (el fallecido cineasta italiano Federico) Fellini, quien solía llamarme 'Pinocchietto'".

 

Por estos días, Tim Burton tiene su versión en proceso de realización. A diferencia de películas anteriores que se enfocan en las aventuras que vive el muñeco de madera hasta transformarse finalmente en un niño de carne y hueso, la versión de Burton girará en torno a la búsqueda de Gepetto para encontrar a su hijo cuando éste desaparece. No se conoce mucho más aún.

 

Pero entre lo que se encuentra disponible, la última versión del famoso muñeco de madera es “P3K Pinocho 3000”. Allí, el personaje de Gepetto es un genial inventor de la ciudad de Scamboville que crea un pequeño robot con la personalidad de un humano. En lugar de Pepe Grillo, está Spencer, un pingüino reconvertido en Cyborg como resultado de un experimento fallido; y no hay Hada Azul, sino una muchacha llamada Cyberina. En síntesis, la historia transcurre en un escenario futurista que ni un Collodi afiebrado se hubiera atrevido a imaginar. Pero más allá de los cambios de decorados y de ciertos guiños de época, los clásicos son clásicos y es por eso que perduran: en esta versión como en todas las otras, la nariz de Pinocho no admite mentiras.

 

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