Memoria del poeta de la vanguardia
Su obra “Trilce”, publicada en 1922, marcó un antes y un después en la poesía escrita en lengua española y le dio a César Vallejo la categoría de adelantado a su época. Mañana se cumple un nuevo aniversario del nacimiento de este escritor peruano de vida intensa.
"Si algún mérito espero y reclamo que me sea reconocido es el de –también conforme un principio de Nietzsche- meter toda mi sangre en mis ideas", dijo César Vallejo. Y así fue. Ese mérito no se lo quita nadie.
Vivió poco, apenas 46 años. Murió en 1938, en una fría primavera de París, de una enfermedad poco clara que fue diagnosticada como “agotamiento”. Pero antes, bastante antes, haciendo honor a su lema en la vida, había dejado su tierra natal y puesto “sangre” en un intenso derrotero que incluiría una escritura visceral y dramática.
Tras abandonar su lugar de origen – la región montañosa y pueblerina de Santiago de Chuco- se instaló en la ciudad de Trujillo. Allí escribió su primer libro de poemas titulado “Los heraldos negros”. Por aquel entonces, se enamoró de una joven de 15 años que lo rechazó. Se quiso suicidar. Sus amigos lo convencieron de que siguiera adelante con su vida y Vallejo se embarcó en el vapor Ucayali que arribó a Lima el último día del año 1917. Lo que haría después, en el transcurrir de 1918, sería codearse con lo más selecto de la intelectualidad limeña.
Pero al poco tiempo falleció su madre y acaso la nostalgia empezó a pesar. En mayo de 1920 decidió retornar a Santiago de Chuco, con la mala suerte de que unos meses después, allí cerca ocurrió un incendio y el saqueo de una casa del pueblo. Vallejo fue acusado injustamente como participante e instigador. Se escapó pero lo encontraron y fue enviado a prisión. Durante los 112 días que vivió en un calabozo escribió “Trilce”, la obra que anticipó gran parte del vanguardismo que se desarrollaría en las décadas del ´20 y del ´30.
Por primera vez, la lengua española fue llevada a límites insospechados: Vallejo inventaba palabras, forzaba la sintaxis, empleaba la escritura automática y otras técnicas utilizadas por los movimientos dadá y surrealista. Inadvertida en su momento, luego sería considerada como una de las obras cumbre de la vanguardia poética.
Más allá de “Trilce”, la vida de Vallejo continuó y fue por aquel entonces cuando decidió conocer Europa. Madrid, Paris, Colonia, Varsovia, Praga, Viena, Budapest, Moscú, entre otras muchas ciudades que recorrió. Trabó amistad con grandes literatos españoles como Miguel de Unamuno, Federico García Lorca y Rafael Alberti. También con Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Tristan Tzara. Volvió a enamorarse de una mujer un poco más grande -18 años- y se casó con ella. Se llamaba Georgette. “Residí más de dos años en Italia donde desposé una mujer y algunas ideas”, escribiría luego.
Para esa misma época terminó una obra teatral: “Colacho Hermanos o presidentes de América”, una sátira contra los gobiernos latinoamericanos sumisos al imperialismo norteamericano, que ningún editor se animó a publicar. En 1936, al estallar la Guerra Civil Española, colaboró con mucho fervor en la fundación del Comité Iberoamericano para la Defensa de la República Española y de su vocero, el boletín Nueva España. Lo hizo junto a Pablo Neruda. En julio de 1937 volvió por última vez a España para asistir al Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. De vuelta a París, fue elegido secretario de la sección peruana de la Asociación Internacional de Escritores. Entre septiembre y noviembre de 1937 escribió sus últimas composiciones líricas de “Poemas humanos” y “España, aparta de mí este cáliz”; así como el drama de tema incaico “La piedra cansada”.
Poco después vendría el “agotamiento” y la temprana muerte que lo encontraría en Francia. Su tumba está en el cementerio de Montparnasse. En su epitafio, su viuda escribió: “He nevado tanto para que duermas”.
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