Buceando en toda la literatura que nos habla de este festejo popular, recordamos la novela “El sueño de los héroes” de Adolfo Bioy Casares, en el año del centenario de su nacimiento.
El juego de ser otro, el orden dado vuelta, el disfraz que oculta el rostro. Por un lapso de cuatro días, el pobre se transforma en rico, el ateo se hace obispo y el loco es un cuerdo gobernante. Eso al menos, es lo que indica la tradición de la fiesta del carnaval, aquella que nos llega de la Edad Media.
En nuestros días, esta celebración perdió una buena parte de su poder simbólico y transgresor. La sociedad moderna fue “institucionalizando” el festejo, delimitándolo, transformándolo en una rutina más dentro del calendario. Pero en los siglos XV y XVI, estas fechas eran vividas por todo el pueblo como una liberación. Una subversión del orden establecido que concedía un momento de caos en el que se borraban las jerarquías establecidas.
De la esencia del tiempo carnavalesco, la literatura toma muchas veces el espíritu del juego de oposiciones, de "mundo dado vuelta", como cantaba en una canción para chicos la gran escritora María Elena Walsh. “Me dijeron que en el Reino del Revés / nadie baila con los pies,/ que un ladrón es vigilante y otro es juez /y que dos y dos son tres”.
El ruido, los disfraces, la gente ocupando las calles. Con ese escenario, el escritor Adolfo Bioy Casares planteó su novela “El sueño de los héroes”. “A lo largo de tres días y de tres noches del carnaval de 1927 la vida de Emilio Gauna logró su primera y misteriosa culminación. Que alguien haya previsto el terrible término acordado y, desde lejos, haya alterado el fluir de los acontecimientos, es un punto difícil de resolver”, comienza el texto.
Estudiosos de su obra, dicen que a Bioy le resultaban un temor reiterativo las turbas del carnaval que como en las películas de Hollywood de la época por la que escribió “El sueño de los héroes” (1954), siempre separaban a los amantes en algún momento clave de la trama. Sobre todo si en medio de esa multitud aparecía un personaje escondido bajo una máscara.
Así se observa en el sueño de Lucho Bordenave en “Dormir al sol” (1973) donde se plantea incluso un guiño irónico a esa obsesión. “El carnaval desembocó entonces en la avenida y la arrastró a Diana. La vi perderse entre máscaras disfrazadas de animales, que incesantemente pasaban, con el cuerpo a rayas de colores como de cebras o de víboras y con la cabeza de perro en cartón pintado, de lo más impávida”.
Volviendo a “El sueño de los héroes”, Bioy ubica el relato en los arrabales porteños -Saavedra, Villa Luro, Barracas-, durante las noches de carnaval, y la historia transcurre en clubes y bares. Dos grandes temas atraviesan el relato: el inseguro paso de la adolescencia a la madurez y la inevitabilidad del destino.
Emilio Gauna, el protagonista, es un muchacho que comparte con sus amigos una nada velada admiración por un adulto solitario: el doctor Valerga. Un fin de semana de carnaval, Emilio invita a sus amigos, Valerga incluido, a gastarse por ahí el dinero ganado en las carreras. El encuentro con un misterioso arlequín, y sobre todo, el olvido de lo que sucede la última noche, de la que más tarde sólo podrá recordar mínimos detalles, acosarán a Gauna hasta obligarlo a tratar de repetir los hechos para recuperarlos. Según dice en la primera página, el recuerdo de una lucha improbable con el doctor Valerga era como “un ansiado objeto mágico, obtenido y perdido en una prodigiosa aventura”.
El elemento fantástico presente en un contexto barrial, la universalidad del doloroso pasaje al mundo adulto y el suspenso que supo imprimir la pluma de Bioy Casares al relato hacen de esta historia una gran novela de la literatura argentina, que recomendamos muy especialmente para leer en estas fechas.
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