Plan Nacional de Lectura

Leer en voz alta: una gran estrategia

El escritor Mempo Giardinelli estuvo en la jornada Compartir la Palabra y rescató el valor de la lectura en voz alta en la formación de lectores. Aquí un repaso de su exposición.



La lectura en voz alta es la mejor estrategia para el fomento de la lectura, lanza el autor, ante la sala llena de docentes, bibliotecarios y trabajadores vinculados a la educación, en el primer día de la Jornada Compartir la Palabra, que se llevó a cabo en el marco del Encuentro Federal de la Palabra, en el predio de Tecnópolis.

Y reafirma esa posición, diciendo que si queremos que los chicos lean, hay que empezar a leerles.

Hace un repaso rápido de nuestra historia reciente, desde la última dictadura cívico-militar hasta la crisis del 2001 y sostiene que fue una época donde de dañó mucho a la lectura y entonces era un imperativo recuperar la lectura y la lectura en voz alta en particular.

¿Cómo es posible alcanzar el sueño de un país de lectores?, se pregunta y afirma: “era necesario instalar en el imaginario colectivo el prestigio de la lectura, fomentar estrategias de lecturas para que la Argentina vuelva a ser un país lector y reinstalar a la lectura en voz alta como la estrategia más eficaz”.

Ya desde una mirada actual, sostiene que los dos primeros pasos se han logrado y que hay que seguir trabajando en el último aspecto.

“¿Qué se hizo en ese tiempo para recuperar la lectura? dar de leer, como quien da de comer” y rescata el trabajo desarrollado desde la Fundación con sede en Chaco, que lleva su nombre: “en el 2002, ante el desastre, respondimos con lecturas públicas de poesía”, también realizaron seminarios gratuitos para docentes y fue muy importante el trabajo de compartir lecturas en distintos lugares, de las Abuelas cuentacuentos.

“Nos planteamos como llegar a los lectores y no había mejor mediación lectora que la lectura en voz alta” y agrega con énfasis: “la lectura en voz alta resulta un instante luminoso, una ráfaga y la buena literatura es la puerta de oro para entrar a la lectura”.

Leer en voz alta, dice, es ridículamente sencillo: “se empieza, empezando a leer y mejor si se lee claro y amorosamente. Para leer, hace falta decisión, generosidad y un buen texto en la mano”.

Cree además, que las primeras lecturas son fundamentales, porque tienen que ver con el amor, contienen y dan seguridad al niño.

Y por otra parte, está convencido de que la lectura sí se puede inculcar y trasmitir: “no hace falta saber de literatura. Para leer en voz alta no se requiere esfuerzo ni talento especial, solo hay que leer generosamente. La lectura en voz alta conlleva un encuentro precioso con quienes nos escuchan”.

Por todo esto, Giardinelli afirma que la lectura en voz alta es el mejor camino para formar lectores, “simplemente compartiendo palabras que nos vinculan” y agrega: “si la lectura en voz alta es paciente, estimulante y divertida, nunca es rechazada por un niño”.

Pero eso no es todo, por otra parte afirma que no es posible educar sin lectura, que el libro en la escuela representa una idea totalizadora del saber y desestima algunas acciones que atentan contra el placer de leer en voz alta, como el marketing desenfrenado de las editoriales, las “retórica produccionista” que se da en las escuelas y la necesidad de que todo sea evaluado.

Ante esto, cree que la lectura en voz alta es urgente y agrega: “hay que promover la lectura en voz alta en todas las escuelas del país, debería ser prioritaria”.

Para eso plantea algunas estrategias sencillas:

-leer textos completos

-volver a frecuentar las bibliotecas

-dejar de proponer actividades luego de la lectura

-erradicar los préstamos de libros condicionados a pago, “no se debe cobrar para leer”, reafirma

 -eliminar los conceptos de trabajo y producción que giran en torno con la lectura

-impulsar el debate libre

-y aceptar que los esfuerzos destinados a fortalecer la comprensión lectora pueden ser inútiles y lo van a ser si anulan la emoción del descubrimiento, si interfieren en la imaginación, si interponen cláusulas y condicionantes que anulan el placer.

“La estrategia es muy sencilla: consiste en que cada docente, cada bibliotecario, lea cada día un texto breve y luego que eso se complemente con minutos de lectura silenciosa y libre. Luego se empieza la clase, sin transición”.

Y de remate agrega: “el problema de la lectura se deposita en los chicos y el verdadero problema de la Argentina hoy, es que los grandes no leen. Por otra parte, no es cierto que no leemos porque los libros son caros o porque no tenemos tiempo. En nuestro país hay más de 45 mil bibliotecas y para leer, no se necesita más que unos minutos cada día, leerle al otro, sorprenderlo por ejemplo con un poema”.

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