Homenaje al gran escritor colombiano en la pluma de Marilyn, asistente del taller literario de la cárcel de Ezeiza.
A un mes de su muerte, compartimos el texto “Resguardo” de Marilyn, asistente del taller literario de la Unidad 31 del complejo penitenciario de Ezeiza.
La autora comentó que García Márquez es un escritor popular y querido en República Dominicana. La versión oral fue recogida por el tallerista Claudio Pérez y la transcripta contó con su supervisión y permiso de publicación.
El texto fue publicado originalmente en Agenda Cultural del Sur, cuya directora es Sonia Otamendi.
Resguardo
A Gabriel García Márquez, in memoriam
Mi abuelo nació débil, enfermizo. No había óleo que le quitara las paspaduras que sus propias suciedades le provocaban. Cualquier brisa, hasta las más cálidas, lo acatarraban y le traían unas fiebres duraderas y secreciones en los ojos que lo dejaban con la cara hinchada y tumefacta.
Cansados de visitas al médico lo llevaron a una curandera que a los dos meses de nacido le dio un resguardo de sangre de gallo que lo volvió fuerte y saludable.
Así pasaron para él los años sin mayores tropiezos hasta que ya de edad enfermó gravemente y terminó postrado en una cama. Pasados unos meses empeoró y mi padre decidió llevarlo al hospital para que le quitaran los sofocos y la tembladera.
Estuvo allí un tiempo con suero y antibióticos que no modificaron en nada su estado deplorable.
—Esto no tiene arreglo mi amigo. —le dijo el médico a mi padre —No va para adelante, ya no podemos hacerle nada y es mejor que vaya pensando en retirarlo para que podamos ocupar su cama con beneficio para alguien.
Mi padre volvió cabizbajo ese día y reuniéndonos a todos nos impuso las novedades.
—Vamos a tener que traerlo de nuevo porque ni se cura ni se muere y ya no lo pueden tener en el hospital.
Se discutieron algunos detalles prácticos, se acomodó mejor su cuarto para poder brindarle los cuidados que necesitaba y se trató de arreglar los horarios laborales de toda la familia para que siempre hubiera alguien con él.
Así pasó un mes durante el cual mi hermana y mi madre perdieron su trabajo por incumplimiento de horario. Al mes siguiente la olla gritó sus verdades y entramos en una caída que amenazaba la alimentación de los más pequeños y el vivir de toda la familia, que era grande si contamos dos tías viudas, sin hijos y para colmo achacadas.
Mi padre se desesperaba con la situación pero no podía con ella, no encontraba la forma de resolver el problema de mi abuelo en la cama, casi sin probar las papillas que se le preparaban, sin habla y temblando siempre.
Un buen día, se levantó como inspirado y nos dijo que se iba a ver una curandera por la situación del viejo. Se cuidó de arreglarse más que cuando llevó al abuelo al hospital. Le pidió a mi madre la camisa blanca de los días de fiesta y le puso lustre a los zapatos como para que viéramos que se trataba de una visita especial a alguien más importante que el alcalde o el cura.
Pasó el día afuera, váyase a saber dónde, y al regresar nos dijo:
—Me dijo que le hiciera beber agua de siete morteros.
Se descambió y salió con una jarra para juntar agua servida en mortero de siete casas de los vecinos del pueblo.
Regresó pasada la hora de la cena con la jarra llena y de buen humor.
—A ver… a ver viejito. Tómeme un poquito de agua —le dijo al abuelo incorporándolo un poco en la cama.
El abuelo hacía días que no abría los ojos, pero bebió un sorbo al sentir el vaso contra los labios y los abrió mirándonos con asombro a mi padre y a mí.
—¡Kikiríki, kikirikí, kikirikí! —dijo el abuelo y ahí nomás, se murió, tranquilo al fin.
Notas:
Resguardo: medicina popular de República Dominicana que se administra a recién nacidos y bebés con problemas de salud de cualquier índole.
Mortero: se refiere a un mortero común de cocina, pero que es muy común en Dominicana y típico de cada familia.
- Premio al stand del ministerio de Educación
- El trabajo de la mediación