Plan Nacional de Lectura

HORACIO CLEMENTE EN PRIMERA PERSONA

Clemente fue parte del CEAL y escribió adaptaciones en los Cuentos de Polidoro. Aquí comparte algunos recuerdos de esa época y de los milagros que sucedieron.

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Me piden que escriba sobre mi participación en “Los cuentos de Polidoro”. No un texto de teoría literaria, sino uno que hable de mi experiencia de vida con respecto a esa tarea, de mis vivencias. ¡Mejor para mí!

Pues bien: si quieren saberlo, me es imposible hablar de ello sin tener presente a Boris Spivacow y a mi relación con él. No contaré todo, pero diré que nos conocimos en la redacción de Libros Infantiles, de la Editorial Abril, que él dirigía y en donde entré como corrector. Estuve poco allí porque enseguida pasé a la sección Revistas Juveniles para escribir y corregir historietas más algunos cuentos en Rayo Rojo y en la revista Idilio. Pero ese poco me sirvió para empezar a conocerlo y enterarme de sus modalidades. Supongo que, por su parte, él se habrá enterado de las mías.

De la Editorial Abril, donde me hice amigo de Oscar Díaz y de Beatriz Ferro, a los cinco años pasé a EUDEBA de la que Boris era Gerente. Tuvimos una primera entrevista en la que, para explicarme lo que yo debía hacer y ponerme en antecedentes de lo que significaba esa editorial, dijo: “EUDEBA es un pequeño milagro”.

En esa época yo ya había dejado de creer en milagros, pero toda vez que hablaba con alguien acerca de mi nuevo trabajo, repetía: “EUDEBA es un pequeño milagro.”

En unos minutos me había contagiado de su entusiasmo y de su pasión.

Es que en EUDEBA había un clima totalmente diferente al que yo estaba acostumbrado. Por empezar, todos me parecían genios, y además había tantos pensantes y sabios que trabajaban ahí, que yo empecé a ver volar pensamientos de un escritorio a otro y a recibir el impacto de ideas y proyectos desde todos lados. Tanto me había integrado al espíritu de conocimientos y de libertad intelectual que flotaba ahí por obra de Boris Spivacow. Y entre ese personal estaban Beatriz Ferro y Oscar Díaz, autor del logo de EUDEBA y de las portadas de todos los libros que se publicaban.

Por otra parte, mi tarea me resultó muy fácil de realizar. Debía acercar a los periodistas información de EUDEBA y conseguir que la difundieran gratuitamente. Aun en los pocos medios que preferían que esta editorial desapareciera, siempre me recibían con amabilidad y diría que hasta gustosos. Todos parecían no solamente respetar, sino amar a EUDEBA; entiendo que la consideraban propia. En algunos diarios llegaron hasta publicar notas enteras como si fueran de ellos, pero que yo redactaba y les entregaba sin firma. Además, mi contacto con Boris se hizo frecuente y amistosa; juntos fuimos a más de un canal de televisión donde lo reportearon y a varias presentaciones de libros que debí organizar.

Y al Centro Editor de América Latina ingresé cuando Boris y el grupo de su confianza que lo había acompañado en EUDEBA estaban por lanzar las primeras publicaciones. Allí estaban Oscar Díaz y Beatriz Ferro, a quienes él no iba a dejar que se les escaparan. Mi función fue también la de Encargado de Prensa, con el agregado de que debí redactar algunos avisos, entre ellos, los que anunciaron la aparición de “Los cuentos de Polidoro”.

Hasta que en un momento Beatriz Ferro me dijo que no podía seguir abarcando la tarea de escribir ella sola para la colección, (trabajaba mucho y para más de una editorial. Igual que Boris, estaba siempre imaginando, proyectando, leyendo y produciendo), pero necesitaba una pausa. Entonces me pidió que escribiera algunas adaptaciones. Como cualquiera puede comprobarlo, acepté. Allí estaban ella, Oscar Díaz y Boris Spivacow, el gestor del Centro Editor, el otro “milagro”, y por eso escribí con libertad y confianza, porque sabía a quienes debía entregar esos textos, seguro de que podía dejarme llevar por la espontaneidad y el riesgo.

Elegí cuentos de Las mil y una noches, pero no voy a contar porqué; lo haría demasiado largo.

 

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